Sale el tren,
serpentea cual gran río,
y dibuja entre los bosques
un meandro...
Por los campos,
va, y dibuja una recta;
mientra mira silenciosa
la montaña.
Desafiando accidentes
va pasando,
en equilibrio,
por la cuerda floja
de los metálicos puentes...
sujeta:
por alámbricos
esqueletos de torres.
Es un reto,
mas ya el río está cruzando.
Tras los lagos
avanzando,
hasta llegar,
paralelo a la cascada...
Sigue haciendo curvas,
con tendencia
exagerada.
¡Ay montaña!
que vibrando
veis a este tren pasar.
Altanera
lo observas,
mas su ruido
tienes que soportar.
Tú inerte,
él también,
pero guía...
una mano inteligente,
y te gana
en audacia
y poder.
Y se mete
por entre tus cañones,
hurgando más
en tu profunda estría.
Tú te quedas atrás
aún más herida:
aunque inmensa,
bella,
omnipotente...
fría...
mostrando
un oleaje
pedernal.
Y el tren de lujo sigue:
sibarita,
coqueto,
acolchado...
Silenciosa moqueta
van pisando
los pies,
de esos pasajeros,
que pueden permitirse
en ti viajar:
la clase bien,
la más acaudalada,
la más aventajada...
Carmen Isabel
